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En la misma semana en que Barack Obama ha anunciado el envío de seres humanos a Marte para el año 2030, Europa ya ha emprendido el descenso al planeta rojo. La misión ExoMars, proyecto de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la agencia espacial rusa Roscosmos, ha entrado en su fase crítica. Tras siete meses de viaje conjunto, cuando partieron a bordo de un lanzador Protón, el satélite Orbitador de Gases de Traza (TGO) y el módulo de entrada, descenso y aterrizaje Schiaparelli se separaron ayer, a unos 900.000 kilómetros de Marte. «Podemos confirmarlo», dijo ya cercanas las 17:00, hora española, Michael Denis, director de vuelo de la ESA, desde el centro de control de operaciones en Darmstadt (Alemania). Con algunas dosis de suspense –el retraso de las comunicaciones son de al menos nueve minutos–, la ESA confirmó unas dos horas después que estaban recibiendo también los datos de telemetría –la medición de las magnitudes físicas–. Los aplausos sonaron con fuerza en las oficinas centrales de Darmstadt. ¿Conclusión? Previsiblemente en tres días, Schiaparelli se posará sobre la superficie marciana. Europa habrá puesto un pie en el planeta rojo. De lograrlo, culminando así un viaje de 56 millones de kilómetros, será la primera vez que nuestro continente lo consigue.
La misión ExoMars tratará de responder a una de las preguntas que la humanidad se hace desde que comenzó la carrera espacial: ¿existe vida, presente o pasada, entre ese montón de rocas y tierra rojiza? En realidad, la de ayer es la primera fase del proyecto, que continuará con una segunda que culminará con el aterrizaje de un rover en 2020. Desde ayer, el satélite TGO estará orbitando en torno al planeta, a unos 400 kilómetros de altitud. Sus medidores tratarán de comprender mejor los gases de traza: el metano, el vapor de agua, los óxidos de nitrógeno, el acetileno... Es cierto que su atmósfera los alberga en muy pequeñas concentraciones –en torno al 1%–, pero podrían ser claves a la hora de revelar la actividad de procesos biológicos y geológicos. Y es que, como apuntan los científicos, el metano podría proceder de microorganismos que, o bien se extinguieron hace millones de años atrás y dejaron como legado el gas congelado por debajo de la superficie del planeta, o bien que algunos organismos productores de metano todavía sobrevivan. Por ello, no se descarta la presencia de vida de tipo bacteriano. Del mismo modo, TGO estudiará las variaciones estacionales de la temperatura.