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Llega el arroz inteligente: florece cuando lo ordena el agricultor

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Rara vez el ser humano puede decir a una planta: «Levántate y anda». O, más bien, crece y florece, dame de tu alimento y dámelo ahora. Es cierto que desde los albores de la agricultura los hombres hemos podido modificar de algún modo los calendarios naturales de la naturaleza. Plantamos, abonamos, podamos, regamos y recogemos de manera planificada, embridando la tendencia natural de los vegetales a crecer donde y cuando le viene en gana en virtud de los dictámenes del clima.

Ahora, por primera vez, la agricultura ha dado un paso más allá. Un equipo de ingenieros agrónomos de la universidad de Tokio ha presentado una nueva variedad de arroz que florece solo después de que el agricultor la haya rociado con una sustancia química de las que comúnmente se utilizan para proteger a la planta de las plagas. Esta combinación permitirá en el futuro a los productores de cereal elegir mejor el momento de la cosecha dependiendo de los vaivenes del tiempo.

La temperatura, la radiación solar y otros factores ambientales determinan el ciclo de floración de las plantas. El momento exacto en el que el fruto explota y es necesario recogerlo se convierte así en una variable de difícil control. La agricultura ha sabido acercarse al conocimiento de ese momento. La ingeniería genética incluso ha podido provocar la floración de pequeñas plantas con flor como Arabidopsis thaliana. Pero en el caso de los cereales, las cosas son más complicadas. La capacidad de influencia en su desarrollo es algo menor.

Los investigadores de Tokio han logrado provocar la floración de una nueva variedad de arroz en un periodo de entre 40 o 45 días después de una fecha dada. Para tal fin, primero crearon una cepa de arroz infértil mediante la manipulación de un gen conocido como Ghd7. Este gen es conocido desde hace años por su influencia en la productividad del arroz ya que regula el número de granos, la altura y el momento de despunte de la planta. Una vez creada planta manipulada, se activó otro gen (que es el encargado del florecimiento) llamado Hd3a. Pero se activó para que funcionara sólo en determinadas circunstancias: en concreto, únicamente cuando la planta era atacada por algunos productos agroquímicos.

En condiciones de laboratorio primero y en terrenos controlados para la investigación en las cercanías de Tokio, se descubrió que, efectivamente, estos arroces manipulados florecían 40 o 45 días después de ser rociados por las sustancias químicas y fuera cual fuera la fecha de comienzo del experimento.

A lo largo de dos años se repitieron las pruebas hasta lograr cepas de arroz que solamente florecen si se les estimula con las sustancias elegidas, en concreto con fungicidas típicos como el probenazole. En teoría, parece que existen numerosas regiones del ADN del arroz que responden a ciertos compuestos químicos. Se han identificado 12 de esos promotores que modifican su actividad en contacto con el probenazole, pero sólo uno de ellos es útil para el propósito de esta investigación.

De momento, los resultados se ciñen a plantas hemicigóticas para los genes estudiados, es decir, plantas que sólo tienen una copia de ese gen. Los científicos no saben por qué. De hecho, reconocen que desconocen aún los mecanismos moleculares concretos que hay detrás de su hallazgo. Pero están dispuestos a seguir avanzando en el estudio de esta interacción entre química y genética. Quizás un día se pueda modelar a gusto del productor el tiempo de la recogida del fruto de un cereal como el arroz, que es la base de la alimentación de más de un tercio de la humanidad.


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