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Las mantis religiosas son muy conocidas por el público en general debido a la postura que adoptan, por sus movimientos, por su cabeza triangular y por sus patas anteriores prensoras, provistas de espinas, para atrapar a sus presas. También son muy populares por el curioso comportamiento que tienen las hembras (de algunas especies) que decapitan al macho durante la cópula y lo devoran para, de esta forma, aportar nutrientes para la formación de la puesta. Menos conocido es que se trata de un grupo que se originó a partir de las cucarachas, que está también estrechamente emparentado con las termitas, y que presenta actualmente una gran diversidad, hasta 2400 especies distintas. Las mantis viven en hábitats variados, como los desiertos africanos o las selvas de Asia, generalmente en climas cálidos.
Las mantis religiosas son muy escasas como fósiles, ya que corresponden a insectos depredadores, y por ello siempre son escasas en los ecosistemas en comparación con insectos que se alimentan de productos vegetales. El nuevo ejemplar se trata de la primera mantis religiosa fósil encontrada en España, aparte del fósil de una posible ala suelta procedente de rocas de la Sierra del Montsec que no ha sido investigada todavía. La escasez de fósiles hace que todo ejemplar hallado sea muy importante para reconstruir la evolución de este grupo tan conocido de insectos.
Todavía se desconoce mucho de esta evolución y numerosas especies fósiles, como el ejemplar de Teruel, no pueden ser encasilladas en una familia de mantis concreta, ni actual ni fósil, por ello el nombre aenigma que se le ha asignado. Se trata, además, de una de las mantis más antiguas conocidas en el mundo. Las más antiguas se han encontrado en Mongolia y son unos 35 millones de años anteriores al ejemplar de Teruel. La nueva mantis hallada sólo conserva su parte anterior (la cabeza, las patas prensoras para cazar, las patas medias y otras partes del tórax), pero está perfectamente conservada. Precisamente lo que se ha conservado de ella es lo más importante para caracterizar estos insectos, por ello se ha podido distinguir del resto de mantis conocidas, tanto fósiles como actuales, principalmente por la dotación única de espinas en las patas prensoras para cazar. Se trata de una ninfa y por tanto no había alcanzado el estado adulto cuando quedó atrapada en resina. Su tamaño es diminuto. La pata prensora completamente extendida sólo medía 7 milímetros y medio de longitud.