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Cocaetileno: el enemigo público número uno

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Esta semana, en Fuenlabrada, Madrid, fue detenido el conductor de un autobús escolar tras dar positivo en un control de cocaína después de sufrir un accidente en el que 23 niños resultaron heridas. España es uno de los países de Europa donde hay mayor probabilidad de que se repitan noticias como ésta. De hecho, somos uno de los pocos países donde ya se producen más positivos por consumo de droga al volante que por consumo de alcohol. ¿Qué está pasando con nuestros conductores, sobre todo los más jóvenes? ¿Cuáles son las drogas más comunes al volante? ¿Cómo afecta el consumo de estupefacientes a la capacidad de conducir? ¿Debemos preocuparnos por esta tendencia?

La respuesta a estas preguntas construye la historia reciente de la siniestralidad al volante en nuestro país. Y no es una respuesta cerrada. Al contrario de lo que ocurre con el alcohol (del que se han estudiado desde hace décadas sus efectos sobre la conducción, los modos de controlar su consumo y las estrategias preventivas más eficaces) la interacción de drogas y coches es un fenómeno menos conocido. No existe información suficiente respecto a cuáles son las intervenciones de prevención más efectivas y no hay evidencia científica amplia que permita entender el problema.

En un laboratorio de Washington, científicos de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos observan el registro de video de su última cobaya humana: una mujer blanca de 55 años que conduce un simulador mientras varios electrodos y cámaras de seguimiento visual detectan cada rasgo de su comportamiento. La mujer tiene que realizar varios desplazamientos simulados como si jugara a un videojuego. En la pantalla aparecen diferentes distracciones. Se mide el tiempo de respuesta a cada una de ellas. Ha consumido cocaína.

En 2015 la DGT publicó el primer estudio en el que se mostraba que los positivos por drogas en nuestro país habían superado a los positivos por alcohol. Una muestra de 2.744 conductores seleccionados aleatoriamente arrojó que el 10% de ellos había consumido alguna sustancia psicoactiva y el 3% conducía bajo los efectos del etanol. Aun así, el alcohol sigue siendo un de las principales causas de mortalidad en carretera. Aunque haya menos positivos, la conducción en estado de embriaguez es claramente más peligrosa que la que se realiza tras consumir alguna droga. Informes del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses admiten que uno de cada diez fallecidos en accidentes de tráfico ha consumido alcohol o drogas. Pero de todos los fallecimientos, el 20% había bebido mientras el 14% había consumido alguna otra sustancia incompatible con la conducción.

El hecho de que el alcohol mate más no significa, sin embargo, que el problema de las drogas no preocupe a los expertos. La Unión Europea financia el proyecto DRUID (por las siglas inglesas de Conducción Bajo la Influencia de Alcohol, Drogas y Medicamentos) en el que participa España y que arroja resultados muy poco favorecedores para nuestro país. Estamos por encima de la medida europea en consumo al volante de drogas, alcohol mezclado con drogas y de ciertos medicamentos. Siguiendo los umbrales de corte que propone este proyecto, el consumo de sustancias psicoactivas es un hecho frecuente en España, el 16,9% de los conductores resultan positivos. Los productos más consumidos son el cannabis (7,69%), el alcohol (6,61) y la cocaína (3,5).

La ciencia es tajante al respecto de estas cifras: el consumo de cannabis, por ejemplo, aumenta seriamente el riesgo de sufrir un accidente. El momento de mayor peligro ocurre entre 20 y 40 minutos después de haber consumido la sustancia y sus efectos pueden durar tres horas. La perturbación se multiplica si se añade alcohol.

La cocaína ha sido menos estudiada. Un análisis clínico de 2010 realizado sobre una muestra de varios centenares de conductores británicos estableció que ponerse al volante tras consumir esta droga aumenta la excitación, el nerviosismo y el estado de alerta. En realidad ninguno de estos efectos parece afectar a las capacidades para conducir (incluso, al contrario, la alerta mejora). Pero hay dos factores que preocupan a los expertos. El primero es el estado de fatiga posterior al consumo continuado de cocaína. El segundo es la propensión a la irritabilidad, la sensación de falso control y el aumento de la conflictividad temeraria al volante.

La cuestión se agrava considerablemente al mezclar cocaína y alcohol, algo que, según datos de la Unión Europea, realiza el 90% de los consumidores de cocaína. En ese caso, se produce una reacción metabólica que genera cocaetileno, una sustancia que sí condiciona severamente la capacidad para conducir. De hecho, en algunos foros se recomienda que los límites permitidos de alcohol y cocaína en sangre se reduzcan a la mitad cuando ambas sustancias se toman juntas.Todos los datos parecen concluyentes.


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